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La administración de la Santa Cena puede introducirse por medio de un sermón apropiado y la lectura de 1 Corintios 11:23–29, Lucas 22:14–20 o algún otro pasaje apropiado. Entonces el ministro puede hacer la siguiente invitación:

La Santa Cena, instituida por nuestro Señor y
Salvador Jesucristo es un sacramento que proclama su vida, sus sufrimientos, su muerte sacrificial, su resurrección, y la esperanza de su segunda venida. Nos recuerda la muerte del Señor hasta su regreso.

La Cena es un medio de gracia en el cual Cristo está presente por el Espíritu. Debe ser recibida en reverente aprecio y agradecimiento por la obra de Cristo.

Todos aquellos que verdaderamente se han arre-
pentido, renunciado a sus pecados, y han creído en Cristo para salvación están invitados a participar en la muerte y resurrección de Cristo. Venimos a esta mesa para ser renovados en vida y salvación y ser hechos uno por el Espíritu.

En unidad con la Iglesia, confesamos nuestra fe: Cristo murió, Cristo resucitó, Cristo vendrá otra vez. Por eso oramos:

El ministro puede ofrecer una oración de confesión y súplica, concluyendo con la siguiente oración de consagración:

Santo Dios,

Nos reunimos aquí, en tu mesa, en el nombre de
tu Hijo Jesucristo, quien fue ungido por tu Espíritu para predicar las buenas nuevas a los pobres, proclamar libertad a los cautivos, poner en libertad a los oprimidos. Cristo sanó a los enfermos, alimentó al hambriento, comió con los pecadores, y estableció el nuevo pacto para el perdón de los pecados. Vivimos con la esperanza de Su regreso.

En la noche que Jesús fue traicionado, tomó el
pan, dio gracias, partió el pan, lo dio a Sus discípulos, y dijo: “Tomen, coman; esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria de mí”.

Así mismo, después de haber cenado, tomó la
copa, dio gracias, la dio a Sus discípulos, y dijo: “Bebed de ella todos, porque esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para perdón de los pecados. Haced esto en memoria de mí”. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(Mateo 26:27–29; Lucas 22:19)

Así, nos reunimos como el Cuerpo de Cristo para ofrecernos a nosotros mismos en alabanza y agradecimiento a ti. Derrama tu Espíritu Santo sobre nosotros y estos tus dones. Haz que por el poder de tu Espíritu éstos representen para nosotros el cuerpo y la sangre de Cristo, y que nosotros seamos para el mundo el Cuerpo de Cristo, redimidos por tu sangre.

Por tu Espíritu haznos uno en Cristo, uno los
unos con los otros, y uno en el ministerio de Cristo para todo el mundo, hasta que Cristo venga en victoria final. En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Y ahora, tal como Cristo nuestro Salvador nos enseñó, oremos:

Aquí la congregación puede orar el Padre Nuestro.

“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén.”

Al compartir el pan el ministro dirá:

El cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, quebrantado por nosotros, nos preserve irreprensibles para la vida eterna. Comamos este pan, en memoria de que Cristo murió por nosotros y seamos agradecidos.

Antes de participar de la copa, el ministro dirá:

La sangre de nuestro Señor Jesucristo, derramada por nosotros, nos preserve irreprensibles para la vida eterna. Bebamos de esta copa, en memoria de que Cristo murió por nosotros y seamos agradecidos.

Después que todos hayan participado, el ministro podrá ofrecer
una oración final de acción de gracias y consagración. (29.5, 515.4, 532.7, 533.2, 534.1)

NOTA: Solamente vino sin fermentar deberá usarse en el sacra-
mento de la Santa Cena.