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Muy Amadosa: Nos hemos reunido hoy para dar nuestro tributo final de respeto a lo que era mortal de nuestro ser amado y amigo fallecido. A ustedes, los miembros de la familia que lamentan esta pérdida, les ofrecemos especialmente nuestra sincera y profunda condolencia. Permítanos compartir con ustedes el consuelo que la Palabra de Dios brinda para una ocasión como esta:

“No se turbe el corazón de ustedes; creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo se lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo lugar, vendré otra vez y los tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, ustedes también estén” (Juan 14:1–3).

“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25–26).

Invocación (en las palabras del ministro, o las siguientes):

Dios todopoderoso, Padre nuestro celestial, venimos a este santuario de dolor, dándonos cuenta de nuestra dependencia total de ti. Sabemos que nos amas y puedes cambiar aun la sombra de muerte en la luz de la mañana. Ayúdanos ahora a esperar ante ti con corazones reverentes y sumisos.

Tú eres nuestro refugio y fortaleza, oh Dios,
nuestra ayuda presente en tiempos de dificultad. Impártenos tu abundante misericordia. Que los que hoy lloran encuentren en tu gracia el consuelo y el bálsamo que sana las heridas. Humildemente traemos estas peticiones en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Himno o canto especial

Pasejas apropriados de las escrituras:

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para ustedes, que son guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final. Por lo cual ustedes se alegran, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengan que ser afligidos en diversas pruebas, para que, sometida a prueba su fe, mucho más preciosa que el oro (el cual, aunque perecedero, se prueba con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. Ustedes, que lo aman sin haberlo visto, creyendo en él aunque ahora no lo vean, se alegran con gozo inefable y glorioso, obteniendo el fin de su fe, que es la salvación de sus almas” (1 Pedro 1:3–9).

(Otros pasajes que se pueden usar son los siguientes: Mateo 5:3–4, 6, 8; Salmos 27:3–5, 11, 13–14; 46:1–6, 10–11.)

Sermón

Himno o canto especial

Oración final

* * *

En el cementerio

Cuando la gente se haya reunido alrededor del sepulcro, el ministro puede leer uno de los siguientes pasajes, o todos:

“Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios. Lo veré por mí mismo; mis ojos lo verán, no los de otro” (Job 19:25–27).

“Les digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados … entonces se cumplirá la palabra que está escrita: ‘Sorbida es la muerte en victoria’. ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?, porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley. Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.”

“Así que, hermanos míos amados, estén firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que el trabajo de ustedes en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:51–52, 54–58).

“Y oí una voz que me decía desde el cielo: ‘Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor’. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13).

Al ser colocado el féretro en la sepultura, el ministro leerá una de
las siguientes declaraciones:

Para un convertido:

Puesto que el espíritu de nuestro ser amado ha regresado a Dios quien lo dio, nosotros, por lo tanto, tiernamente depositamos su cuerpo en el sepulcro, con plena confianza y segura esperanza de la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero, por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien nos dará nuevos cuerpos como su cuerpo glorioso. “Bienaventurados los que mueren en el Señor”.

Para un inconverso:

Hemos venido ahora a entregar el cuerpo de nuestro amigo al polvo del que fue formado. Su espíritu lo dejamos en manos de Dios, puesto que sabemos que el Juez misericordioso de toda la tierra hará lo correcto. Nosotros, los que quedamos aquí, dediquémonos de nuevo a vivir en el temor y en el amor de Dios, a fin de que obtengamos entrada franca en el reino celestial.

Para un niño:

Con la plena y segura esperanza de la resurrección a la vida eterna por medio de nuestro Señor Jesucristo, depositamos el cuerpo de este niño en el sepulcro. Y así como el Señor Jesús, durante su ministerio terrenal, tomó a los niños en sus brazos y los bendijo, que ahora reciba a esta querida criatura en su seno, pues, tal como Él mismo dijo, de ellos es el reino de los cielos.

Oración

Nuestro Padre celestial, Dios de toda misericor-
dia, en este momento de dolor y angustia pone-
mos nuestros ojos en ti. Consuela a estas queridas
personas cuyos corazones están apesadumbrados
y tristes. Acompáñalos, sostenlos y guíalos en los
días venideros. Concede, oh Señor, que ellos pue-
dan amarte y servirte y obtener la plenitud de tus
promesas en el mundo venidero.

“Que el Dios de paz, que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, los haga aptos en toda obra buena para que hagan su voluntad, haciendo él en ustedes lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”
(Hebreos 13:20–21).