20.7

Que el Espíritu Santo da testimonio del nuevo nacimiento y también de la entera santificación de los creyentes.

20.8

Que nuestro Señor volverá, que los muertos resucitarán y que se llevará a cabo el juicio final.

21

Identificarse con la iglesia visible es el privilegio bendito y deber sagrado de todos los que son salvos de sus pecados y buscan la perfección en Cristo Jesús. Se requiere de todos los que quieran unirse a la Iglesia del Nazareno y así andar en comunión con nosotros, que muestren evidencia de salvación de sus pecados mediante una conducta santa y una piedad vital; y que sean limpios del pecado innato o que sinceramente deseen serlo. Ellos deben dar evidencia de su entrega a Dios:

21.1

PRIMERO. Haciendo lo que se ordena en la Palabra de Dios, la cual es la regla de fe y práctica de la iglesia, incluyendo:

  1. Amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerzas, y al prójimo como a sí mismo (Éxodo 20:3–6; Levítico 19:17–18; Deuteronomio 5:7–10; 6:4–5; Marcos 12:28–31; Romanos 13:8–10).
  2. Llamar la atención de los inconversos a las demandas del evangelio, invitarlos a la casa del Señor y procurar que reciban salvación (Mateo 28:19–20; Hechos 1:8; Romanos 1:14–16; 2 Corintios 5:18–20).
  3. Ser corteses con todas las personas (Efesios 4:32; Tito 3:2; 1 Pedro 2:17; 1 Juan 3:18).
  4. Ser de ayuda a los que también son hermanos en la fe, soportándose los unos a los otros en amor (Romanos 12:13; Gálatas 6:2, 10; Colosenses 3:12–14).
  5. Ayudar integralmente a las personas; dando de comer al hambriento, vistiendo al desnudo, visitando a los enfermos y presos, y ministrando a los necesitados, cuando se presente la oportunidad y se tenga la capacidad para hacerlo. (Mateo 25:35–36; 2 Corintios 9:8–10; Gálatas 2:10; Santiago 2:15–16; 1 Juan 3:17–18).
  6. Contribuir al sostenimiento del ministerio, la iglesia y su obra con diezmos y ofrendas (Malaquías 3:10; Lucas 6:38; 1 Corintios 9:14; 16:2; 2 Corintios 9:6–10; Filipenses 4:15–19).
  7. Asistir fielmente a todas las ordenanzas de Dios y los medios de gracia, incluyendo el culto público a Dios (Hebreos 10:25), la ministración de la Palabra (Hechos 2:42), el sacramento de la Santa Cena (1 Corintios 11:23–30), el escudriñar y meditar en las Escrituras (Hechos 17:11; 2 Timoteo 2:15; 3:14–16), las devociones privadas y familiares (Deuteronomio 6:6-7; Mateo 6:6).

21.2

SEGUNDO. Evitando toda clase de mal, lo que incluye:

  1. Tomar el nombre de Dios en vano (Éxodo 20:7; Levítico 19:12; Santiago 5:12).
  2. Profanar el Día del Señor al participar en actividades seculares innecesarias, dedicándose, por lo tanto, a prácticas que nieguen su santidad (Éxodo 20:8–11; Isaías 58:13–14; Marcos 2:27–28; Hechos 20:7; Apocalipsis 1:10).
  3. Inmoralidad sexual, como relaciones premaritales o extramaritales, relaciones sexuales entre personas del mismo género, perversión en cualquier forma, libertinaje sexual, y conducta impropia (Génesis 19:4-11; Éxodo 20:14; Levítico 18:22; 20:13; Mateo 5:27–32; Romanos 1:26–27; 1 Corintios 6:9–11; Gálatas 5:19; 1 Tesalonicenses 4:3-7; 1 Timoteo 1:10).
  4. Hábitos o prácticas que se sabe son nocivos al bienestar físico y mental. Los cristianos deben considerarse templos del Espíritu Santo (Proverbios 20:1; 23:1–3; 1 Corintios 6:17–20; 2 Corintios 7:1; Efesios 5:18).
  5. Reñir, devolver mal por mal, chismear, calumniar, diseminar conjeturas injuriosas al buen nombre de otros (2 Corintios 12:20; Gálatas 5:15; Efesios 4:30–32; Santiago 3:5–18; 1 Pedro 3:9–10).
  6. Defraudar, tomar ventaja al comprar y vender, dar falso testimonio, y semejantes obras de las tinieblas (Levítico 19:10–11; Romanos 12:17; 1 Corintios 6:7–10).
  7. Dejarse dominar por el orgullo en el vestir o en la conducta. Nuestra feligresía debe vestirse con la sencillez y modestia cristianas que convienen a la santidad (Proverbios 29:23; 1 Timoteo 2:8-10; Santiago 4:6; 1 Pedro 3:3–4; 1 Juan 2:15–17).
  8. Música, literatura y diversiones que deshonran a Dios (1 Corintios 10:31; 2 Corintios 6:14–17; Santiago 4:4).

21.3

TERCERO. Permaneciendo en comunión sincera con la
iglesia, no hablando mal de ella, sino estando totalmente comprometidos con sus doctrinas y costumbres, e involucrados activamente en el testimonio y expansión continuos (Efesios 2:18–22; 4:1–3, 11–16; Filipenses 2:1–8; 1 Pedro 2:9–10).