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NOTA: El Comité de Redacción de Manual, reconociendo la validez de las primeras palabras del párrafo 500, ha intentado utilizar un lenguaje que refleja este distintivo. Sin embargo, debido a la naturaleza de esta sección del Manual, los términos “ministro” o “el ministro” se referirán a una persona con credenciales ya sea licenciado, ordenado o comisionado.

La Iglesia del Nazareno reconoce que todos los creyentes son llamados a ministrar a todos los seres humanos.

También afirmamos que Jesucristo, llama a algunos hombres y mujeres a un ministerio específico y público, así como Él escogió y ordenó a sus 12 apóstoles. Cuando la iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, reconoce un llamado divino, la iglesia endosa y asiste a personas a entrar a un ministerio de toda la vida.

Cuando la iglesia descubre un llamado divino, debe reconocer, apoyar y ayudar el ingreso del candidato al ministerio.

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Teología del ministerio de la mujer. La Iglesia del Nazareno apoya el derecho de las mujeres de utilizar sus dones espirituales dados por Dios en la iglesia y afirma el derecho histórico de las mujeres a ser elegidas y asignadas a lugares de liderazgo dentro de la Iglesia del Nazareno, incluyendo los oficios de presbítero y diácono.

El propósito de la obra redentora de Cristo es libertar la creación de Dios de la maldición de la caída. Los que están “en Cristo” son nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). En esta comunidad redentora, ningún ser humano debe ser considerado como inferior sobre la base de la condición social, raza o género (Gálatas 3:26–28).

Reconociendo la aparente paradoja creada por la instrucción de Pablo a Timoteo (1 Timoteo 2:11–12) y a la iglesia en Corinto (1 Corintios 14:33–34), creemos que interpretar estos pasajes como limitante del papel de la mujer en el ministerio, presenta serios conflictos con pasajes específicos de la Escritura que ordenan la participación femenina en papeles del liderazgo espiritual (Joel 2:28–29, Hechos 2:17–18 ; 21:8-9, Romanos 16:1, 3, 7; Filipenses 4:2–3), y viola el espíritu y la práctica de la tradición wesleyana de santidad. Por último, es incompatible con el carácter de Dios presentado en toda la Escritura, especialmente como se revela en la persona de Jesucristo.

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Teología de la ordenación. Aun cuando se afirma el tenor escritural del sacerdocio universal y del ministerio de todos los creyentes, la ordenación refleja la creencia bíblica de que Dios llama y otorga dones a ciertos hombres y mujeres para el liderazgo ministerial en la iglesia. La ordenación es el acto de la iglesia que autentica, autoriza, reconoce y confirma el llamado de Dios al liderazgo ministerial como mayordomos y proclamadores del evangelio y de la iglesia de Jesucristo. Consecuentemente, la ordenación testifica a la iglesia universal y al mundo entero que el candidato da evidencia de una vida ejemplar de santidad, que posee dones y virtudes para el ministerio público, que tiene sed por el conocimiento, especialmente de la Palabra de Dios, y tiene la capacidad de comunicar sana doctrina.

(Hechos 13:1–3; 20:28; Romanos 1:1–2; 1 Timoteo 4:11–16; 5:22; 2 Timoteo 1:6–7)

502.1

La perpetuidad y eficacia de la Iglesia del Nazareno dependen en gran parte de las cualidades espirituales, el carácter y la manera de vivir de sus ministros. (538.17)

502.2

El ministro del evangelio en la Iglesia del Nazareno debe tener paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo y ser enteramente santificado por el bautismo con o la llenura del Espíritu Santo. El ministro debe tener un profundo amor por los pecadores, creyendo que están pereciendo, y un llamado a proclamar la salvación.

502.3

El ministro de Cristo debe ser ejemplo a la iglesia: puntual, discreto, diligente, sincero; en pureza, entendimiento, paciencia, amabilidad, amor y verdad por el poder de Dios (2 Corintios 6:6–7).

502.4

Además, el ministro debe sentir profundamente la necesidad de que los creyentes sigan adelante a la perfección y que desarrollen las virtudes cristianas en la vida práctica, para que su “amor abunde aún más y más en conocimiento y en toda comprensión” (Filipenses 1:9). El que desea ministrar en la Iglesia del Nazareno debe tener un profundo aprecio tanto por la salvación como por la ética cristiana.

502.5

El ministro debe responder a oportunidades de servir como mentor a futuros ministros y de cultivar el llamado al ministerio en aquellos que tienen evidentes dones y gracias para el ministerio o que escuchan el llamado de Dios al ministerio cristiano.

502.6

El ministro debe tener tanto dones como virtudes para la obra. Debe tener sed de conocimiento, especialmente de la Palabra de Dios; criterio sano, buen entendimiento, y conceptos claros acerca del plan de redención y salvación como lo revelan las Sagradas Escrituras. Los santos serán edificados y los pecadores convertidos por su ministerio. Además, el ministro del evangelio en la Iglesia del Nazareno debe ser un ejemplo en la oración.